domingo, 29 de marzo de 2009

ENTREVISTA A CACHO


Gente, ya se que estoy un poco atrasada si hablamos de esta nota que se le hizo a Cacho, pero realmente me la salteé y la encontré recien ahora, pero no podía no subirla, es muy interesante, mas que nada cuando habla de su familia....
El 2008 fue un año i-nusual para Cacho Castaña. Desembarcó en la revista de Nito Artaza en reemplazo de Antonio Gasalla, donde compartió escenario con el humorista, con Luciana Salazar y Marcelo Polino. Para el autor de ‘Garganta con Arena’, el presente se acercaba a sus épocas soñadas, amor incluido.

Sin embargo, abruptamente algo cambió. En septiembre, el cantante sufriría una descompensación en su presión, que lo llevaría a estar internado varios días en los que se temió por su salud. Afortunadamente, las noches largas pasaron. La mejor prueba de esto se confirmará hoy a las 21 cuando se presente en el estadio Luna Park, quizá como forma de dejar en claro ante su público que vuelve y en su mejor forma. Mejor prueba de esto es al momento de revivir sin pudor, aquella difícil experiencia.

—¿Qué pasó con la salud?

—Uno de mis descuidos habituales con mi hipertensión. El médico al final me había dicho “comé seis días sin sal y uno con sal”, y yo había hecho exactamente lo contrario: seis días con sal y uno sin. Siempre me pasa lo mismo: me empiezo a sentir bien y me olvido de que tengo que cuidarme. El problema mío es la hipertensión por sodio. Si no tomo las pastillas y encima morfo... El médico me dijo: “la verdad que morirse por boludo es tremendo, así que mejor empezá a cuidarte”. Ahora estoy bien, bárbaro.

—¿Te asustaste?

—La última vez sí, porque no podía tener control de mi cuerpo.

—¿Pensaste en tu papá, que falleció joven?

—Sí, pero él no tenía problemas de salud. Era una bestia comiendo, pero no fumaba, y tampoco tomaba. Se levantaba a las cuatro de la mañana, se acostaba temprano. Mi abuelo murió a los 95 años, y fumaba, tomaba, estuvo preso, mató gente... Mi viejo siempre decía que si mi abuelo vivió hasta los 95 con todo eso, él tenía que aguantar por lo menos hasta los 100 años. Pero fijate vos que a los 50 le vino un cáncer y duró veinte días. Así que eso de cuidarse... Cuando te apagan la luz de arriba, te la apagan con o sin cigarrillo.

—¿Cómo fue quedarte sin tu viejo tan pronto?

—Pensá que mis dos hermanos estaban casados, me quedé solo con mi vieja. Fue bastante duro. Murieron mis hermanos, y encima después mi vieja. Cuando se me fue ella, hace trece años, por primera vez tuve la sensación de que me había quedado huérfano. La sensación fue que me había quedado solo. Son cosas de la vida.

—¿Cómo te tomás esas cosas de la vida?

—Cuando se te van todos, te acostumbrás a vivir con el dolor, pero no te lo podés olvidar. Los extrañás constantemente.

—¿La música te ayudaba para liberar ese dolor?

—No, nunca.

—¿Y cómo hacías para expresarlo?

—Me lo morfaba, me lo tragaba. Depresiones, estados de angustia. Tenía ganas de llorar y no sabía por qué.

—¿Te analizaste?

—Me analizo actualmente. A veces me sirve, a veces no. Voy al psiquiatra, también. Encima mi mujer es psicóloga, por lo que estoy rodeado. El análisis te acomoda un poco los jugadores, pero si ya te echaron al arquero...

—En una época jugabas a las cartas y al billar por dinero, e ibas a casinos. ¿Llegaste a endeudarte?

—Me patiné bastante guita en el casino, pero si saco cuentas gané muchísima guita apostando. Tengo suerte en el juego.

—¿Y en el amor?

—Tuve, claro que tuve. Me he enamorado, a veces locamente.

—¿La pareja te llegó tarde?

—Llegó cuando tenía que llegar. Una vez que tenés mucho contacto con la muerte, la vida te cambia, las cosas no son iguales. Le das valor a otras cosas a las que antes no les habías dado.

—En un tiempo fuiste devoto de la religión umbanda. ¿Qué quedó de eso?

—Nada. Fue un momento en el que estaba muy mal. Había muerto mi hermano y yo estaba en un pozo depresivo tremendo. Cayó un amigo mío que me llevó al umbandismo. Me ayudaron y me sirvió. Si hubiera sido budismo, habría agarrado viaje. Mientras me sirvió, estuve.

—¿Sos religioso?

—No sé. Tengo mis propias teorías sobre la vida, Dios, las iglesias... Tengo todo un poco mezclado.

—¿Qué pensás de Dios?

—No sé si existe. Si pienso en lo que le pasó a Maru Botana, pienso que Dios no existe. Pero si me miro al espejo a la mañana y veo que estoy bárbaro, digo que es un milagro y vuelvo a creer. Hay ejemplos que me llevan a creer y otros que me alejan.

—Lo que decía tu papá con relación a tu abuelo...

—Eso del destino y las recompensas es terrible. Vos fijate que cuando mi vieja estaba embarazada de mí, todos en casa pensaban que yo iba a ser una nena. Habían comprado escarpines, ropita, todo rosa... Yo desde el vientre les gritaba “paren, que me van a confundir”... Y es el día de hoy que cada tanto se me sube el maricón que me inculcaron.

—Me hablabas de depresiones. ¿Sos depresivo?

—Ahora no. He cabalgado mucho. Me levanto de buen humor. Aprendí que despertarse no es poco.

—¿No pensaste en tener hijos?

—Nunca tuve ganas, y no sé si ahora tendré paciencia. Es un poco egoísta, eso de querer un hijo para dejar algo. Tener un hijo te obliga, tenés que cuidarlo. Cuando fantaseo con eso, pienso que sería traer una persona a este planeta de mierda, y que en veinte años me va a putear.

—¿Cómo te imaginás como padre?

—Mi amigos lloraban cuando fueron padres, me dicen que te cambia la vida, pero yo qué sé...

—¿Cómo ves a los jóvenes?

—No tienen nada que ver con lo que aprendimos y con lo que pensamos que iba a ser todo. Todo cambia muy rápidamente, ahora el tiempo es más corto. El vocabulario que tienen es más reducido. No sé, es muy difícil esto de documentar la época. Si la documentás tal cual es, la tapa del disco debería ser una lágrima.

—¿Una lágrima?

—Todos sabemos que esto está mal, y todos sabemos lo que hace falta.
La mirada de mamá


—¿Fuiste siempre fiel?

—A veces sí. No soy tan infiel. A mí me gusta dejar todo con una pareja. Cuando hubo infidelidad fue porque valía la pena.

—¿Para vos fue un impedimento si la mujer que te quería seducir tenía pareja?

—Para mí siempre las mujeres de mis amigos tuvieron bigote.

—¿Y si están en pareja con alguien que no es amigo tuyo?

—Si no es amigo, me importa tres caramelos.

—¿El cambio en tu vida fue el fallecimiento de tu vieja?

—Totalmente. Yo tenía la costumbre de que, cada vez que terminaba de cantar en la televisión, la llamaba por teléfono. A los veinte días que falleció mi vieja, yo hice unos temas en televisión, y cuando terminé bajé por las escaleras, levanté el tubo de teléfono y empecé a marcar los números de la casa de mi vieja. Me quería matar, no lo podía creer.

—¿Tomabas en cuenta lo que te decía de los shows?

—Ella me ensalzaba, y yo no le creía nada. Lo que ella me criticaba eran las minas. Imaginate que yo le llevaba cada atorranta... Le caía los domingos con la mina que me había levantado durante la noche anterior, y ella se ponía loca. Era muy divertido. Ella les ponía unas caras de orto...

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