Se separó, estuvo mal de salud y todavía lucha por recuperarse. “Es el peor año de mi vida”, resume este mujeriego incurable, ícono de la porteñidad. En una charla imperdible toca todos los temas: sexo, amor, miedos, sueños, tristezas. Y se ilusiona con su regreso al escenario, donde su sonrisa nunca dejó de brillar.
Cacho Castaña (69) fuma uno de los cuatro cigarrillos que tiene permitidos y toma
una taza de café. Como él mismo dirá, todavía está débil, un poco limitado –hace pocas semanas salió de la clínica donde se internó la última vez–, pero si algo no pierde, a pesar de que este año la vida lo enfrentó con el dolor de la separación de quien era su mujer, Andrea Sblano, treinta años menor que él, es el buen humor. Hoy, después de pelearla durante meses por un grave cuadro de insuficiencia respiratoria y otras complicaciones, va retomando su rutina muy de a poco. Con todas las ganas de volver a ser Cacho de Buenos Aires, el Matador, el que enloquece multitudes. En un mano a mano donde habla de todo, recibe a GENTE en su piso de Barrancas de Belgrano, el mismo que piensa vender porque le trae muchos recuerdos de su último amor.
–¿Estás totalmente recuperado o todavía falta?
–No, falta. Voy camino a recuperarme... Todavía estoy débil. Esto es día a día, pero no voy para atrás ni para tomar envión: siempre para adelante.
–Estuviste muchos meses internado, codo a codo con la muerte, te separaste... ¿Fue el peor año?
–Sí, de no creer... Todo el año internado. Tuve una neumonía, pasé de todo, estuve en coma una semana, dieciséis días en terapia intensiva, unos ataques de pánico tremendos, me caí de la cama y me rompí dos costillasy la nariz –que como verás ya me la operaron y me quedó bien–, me separé... Más no me puede pasar, es un año de mierda, terrible. El peor de mi vida.
–¿Seguís fumando o el tratamiento que hiciste en la clínica INEBA funcionó?
Cacho Castaña (69) fuma uno de los cuatro cigarrillos que tiene permitidos y toma
una taza de café. Como él mismo dirá, todavía está débil, un poco limitado –hace pocas semanas salió de la clínica donde se internó la última vez–, pero si algo no pierde, a pesar de que este año la vida lo enfrentó con el dolor de la separación de quien era su mujer, Andrea Sblano, treinta años menor que él, es el buen humor. Hoy, después de pelearla durante meses por un grave cuadro de insuficiencia respiratoria y otras complicaciones, va retomando su rutina muy de a poco. Con todas las ganas de volver a ser Cacho de Buenos Aires, el Matador, el que enloquece multitudes. En un mano a mano donde habla de todo, recibe a GENTE en su piso de Barrancas de Belgrano, el mismo que piensa vender porque le trae muchos recuerdos de su último amor.
–¿Estás totalmente recuperado o todavía falta?
–No, falta. Voy camino a recuperarme... Todavía estoy débil. Esto es día a día, pero no voy para atrás ni para tomar envión: siempre para adelante.
–Estuviste muchos meses internado, codo a codo con la muerte, te separaste... ¿Fue el peor año?
–Sí, de no creer... Todo el año internado. Tuve una neumonía, pasé de todo, estuve en coma una semana, dieciséis días en terapia intensiva, unos ataques de pánico tremendos, me caí de la cama y me rompí dos costillasy la nariz –que como verás ya me la operaron y me quedó bien–, me separé... Más no me puede pasar, es un año de mierda, terrible. El peor de mi vida.
–¿Seguís fumando o el tratamiento que hiciste en la clínica INEBA funcionó?
–Fumo después de comer. Quiero aclarar que no me interné en INEBA por drogas, sino por la adicción al cigarrillo. Y me hizo muy bien. Te van quitando las ganas de fumar de a poco. Tengo permitidos cuatro... A veces me fumo alguno de más, pero lo controlo. Ir a INEBA me ordenó la vida: me levanto a las ocho y media, almuerzo y ceno a horario, y a las once me voy a dormir. Antes, a esa hora me bañaba, me ponía los colmillos y la capa y me iba a pescar. Estoy contenido por amigos, familiares y mi sobrino, que vive conmigo y me cuida.
–¿Cometiste muchos excesos y fuiste terco para ir al médico?
–No, nunca fui terco: más bien desprolijo. Hice muchos desarreglos. Y la noche, claro, hizo estragos en mí, porque tenés al alcance todas las cosas malas. Ahora sé que si no me cuido, de otra no zafo. Como mucha fruta, pescado, verdura, hago gimnasia tres veces por semana con mi personal trainer, viene el doctor Cahe, tengo mi psiquiatra y mi analista.
–¿Tomás muchos remedios?
–Una batería. Para la locura, para los jugadores que a veces fallan, para el arquero, para todo el equipo; para el corazón, diuréticos y vitaminas para fortalecerme...
–¿Quiénes estuvieron con vos durante estos meses?
–¿Quiénes estuvieron con vos durante estos meses?
–Mi cuñado, mi médico, y Andrea, mi ex mujer. Ella siempre va a estar, porque aunque nos hayamos separado mantenemos una excelente relación y negocios en común. Me sentí y me siento muy contenido por ella.
–¿Andrea se cansó de decirte que te cuidaras?
–Sí. Siempre tuvo razón. Le hice caso, pero ya era tarde...
–¿Cuál fue el verdadero motivo de la separación?
–El desgaste de la pareja, nada más.
–Se dijo que Andrea era tu hija o tu hermana, que se quería quedar con tu herencia si te pasaba algo. Cosas terribles...
–¡Cualquier cosa! Eso salió de algún programa de chimentos. Así está la televisión actual. Todos los programas de la tarde muestran las miserias humanas. Hay que tratar de dignificar a la farándula.
–¿Ya hiciste el duelo por la separación?
–No, estoy de duelo todavía. No es que la tenga a ella en la cabeza, sino a lo que vivimos juntos. No pienso en otra mujer para nada, sólo en reponerme y volver a los escenarios. Hace unos días grabé Naranjo en flor con el maestro Atilio Stampone y fue un honor... Volviendo a Andrea, fue la mujer que más me marcó, pero no hay probabilidad de volver.
–¿Por qué?
–Porque no. No hay vuelta atrás. Se desgastó la pareja.
–¿Llorás por ella?
–Y, sí, lloro... Fue una historia de diez años, linda, que se terminó porque la vida te pasa por encima.
–Sin embargo seguís mujeriego, Cacho. Cuando fuiste al programa de Susana le tiraste los galgos.
–Ah, siempre voy a ser así. Les tiro los galgos a todas las que puedo. Y, bueno... Susana me invitó a su casa de Punta del Este a comer un asado, pero después no pudo ser. Igual, ahora no volvería con nadie.
–Se habló de un affaire con Mónica Gonzaga.
–¡Nooo! Fuimos pareja hace treinta años, y ahora somos muy amigos. Cenamos juntos y nos sacaron unas fotos, pero nada que ver. Me llama todos los días para preguntarme cómo estoy. Es una gran mina.
–Pero donde hubo fuego...
–... a las cenizas se las llevó el viento. Estoy más solo que nunca.
–Justo vos. ¿Y cómo te llevás con la soledad?
–Mal, mal, no sé estar solo. Dicen que te acostumbrás, y es mentira. Pero no tengo interés en ninguna mina, y tampoco en enamorarme. Estoy deprimido, triste. Ahora me importa la salud. Antes a lo mejor estaba compenetrado en tener éxito, plata, mujeres... Hoy cambió todo. Pero la soledad duele, se hacen largas las noches.
–¿Y qué hacés?
–¿Y qué hacés?
–Camino, ja ja. Camino como un loco por toda la casa. Veo televisión, cable, me duermo tarde... Me estoy empastillando para dormirme más temprano.
–¿No te dan ganas de llamar a alguna mujer para que te acompañe?
–No, te agradezco.
–¿Tan marcado quedaste, Cacho?
–Y, sí...
–Hay una contradicción: no volverías con nadie, pero te mata la soledad.
–Sí, ¿pero qué querés que haga?
–¿Cómo es convivir con vos?
–Soy divertido. No concibo la vida sin humor. Todas las mañanas me levanto divertido.
–Hace como un año que no hacés el amor, ¿no?
–Vamos a decir un año, sí... Pero no tengo ganas.
–A pesar de que ahora no querés, seguirás siendo un sexópata.
–Noo, ¡¿qué sexópata?! No te voy a decir que a veces no tengo una manada de mamuts en la cabeza. Cuando el hombre envejece le gustan cada vez más las péndex.
–Insisto: ¿vas a volver a casarte?
–Casarme no. Ni con la orden del juez. Estoy deprimido. Dios me golpeó, me está preparando para ser Papa, qué sé yo. A lo mejor es un karma que estoy pagando.
–Porque habrás cometido muchas infidelidades...
–La mujer fue uno de los incentivos más grandes que tuve en la vida, pero estoy seguro de que no me voy a volver a enamorar. A los treinta años te bancás un par de trompadas; a mi edad, un sopapo te hace daño.
–Te lastimaron mucho, parece.
–Sí, sufrí mucho por amor. Cuando se van, los músicos escribimos sobre el desamor, los poetas escriben por el desamor... Yo digo que todos los poetas son unos cornudos... y yo soy un gran poeta.
–Qué raro, pareciera que el infiel fuiste vos.
–Yo lo hice y me lo hicieron. Pero si pasaba a mayores lo hablaba con mi pareja. Una cosa es una sacudida en un zaguán; otra, que te vayan pasando cosas. Ninguna mujer ni ningún hombre es fiel.
–¿Estás más llorón, más sensible?
–Sí, veo las publicidades de familia y me emociono; lloro por las cosas de la vida, por todo...
–¿Tu cuenta pendiente es tener un hijo?
–Sí, pero no se dio. Con Andrea no coincidimos en las ganas. Cuando ella quería, yo no, y al revés. Pero no me arrepiento.
–¿Cuándo volvés a los escenarios?
–Quisiera volver mañana, pero no puedo hacer dos horas de show: todavía no estoy en condiciones. Además, tenía ataques de pánico antes de cantar. Me cuesta.
–¿Por qué?
–No sé. Tuve que suspender shows por eso. Hasta que no me sienta firme, con más seguridad, no voy a volver. Igual, lo estoy tratando con mi psiquiatra.
–¿Va a volver el Matador, la bailanta, el show?
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