domingo, 8 de abril de 2012

CACHO CASTAÑA, EL ASTRO TANGUERO QUE ROMPE CORAZONES



POR PABLO SIRVEN

Artistas puede haber muchos; figuras, bastante menos. Pero ídolos, lo que se dice ídolos, sobran los dedos de una mano para contarlos.
Por eso, decir que Cacho Castaña es un Sandro redivivo sería faltarle el respeto a la propia leyenda del "Matador". Pero las asociaciones se vuelven inevitables cuando reaparece como un Cristo resucitado, tras una de sus recurrentes terapias intensivas, y el Gran Rex se viene abajo, vuelve a llenarse hasta el techo y las mujeres no dejan un minuto de gritarle cosas y de adorarlo desde la platea.
Al igual que Roberto Sánchez, el paso del tiempo no le resta atracción al hombre que trocó la depresión y el afán edípico del tango por fibras más románticas y hasta ratoneras.
Tuvo que reprogramar las tres funciones previstas y agotadas con 20 días de anticipación por los episodios de hipertensión que vivió y, créase o no, ¡nadie devolvió las entradas!
"Pensé que no iba a llegar, pero llegué", dice Cacho de punta en blanco, con su cabellera setentista y bien armada por el spray.
Con sonrisa burlona tiende a desdramatizar y hace un guiño a su audiencia femenina con el no tan equívoco título del espectáculo que presentó en tres funciones agotadas: "Todavía puedo" para que el espíritu bromista y lúdico campee en toda la sala.
"Mamita, ¿yo salí con vos?", le apunta con la mirada socarrona a una veterana que casi se desmaya.
"¡Basta de picos!", le grita otra, en impostado ataque de celos, cuando las bocas del ídolo y de su invitada, Adriana Varela, se rozan más de una vez. Auténtico ídolo, que no teme acortar distancias con su público, redobla la apuesta y la hace subir al escenario para besarla a ella también. Los demás festejan y se divierten a lo grande.
***
Algunos me miraron raro cuando, motu proprio, dije que iría a ver por primera vez en mi vida un espectáculo de Cacho Castaña. No me equivoqué y lo que recibí al ir fue mucho más de lo que esperaba. Tal cual como me pasó cuando lo vi a Sandro.
No saber vencer a tiempo estúpidos prejuicios sociales y estéticos sólo nos priva a nosotros mismos de tener otro tipo de experiencias inesperadas y valiosas. Salirse de cuando en cuando del plato habitual puede deparar experiencias enriquecedoras al degustar otros sabores.
En el caso de Cacho Castaña no se trata sólo de disfrutar esa mágica e intensa interacción entre artista y público ni de deleitarse desde un lugar casi paródico por ciertos tics de uno y otro, sino de entregarse realmente y sin prevenciones a lo que venga.
Y lo que viene no es poco: presenta un show muy bien montado, sabe darle ritmo, administra sabiamente los distintos tiempos y climas y, más allá de los consabidos chichoneos con sus admiradoras, exhibe dos fortalezas indiscutibles: el vozarrón varonil, bien templado, con autoridad para hacer vibrar a la canción ciudadana y, luego, sus propias creaciones, verdaderos hits de distintas épocas, pero no con letras y melodías concesivas, sino bien trabajadas y hasta con sorprendente vuelo poético que convierten a no pocos de sus temas en clásicos indudables.
Un portento, con más de 40 años de vigencia que compuso alrededor de 2500 canciones (tiene la comprensible sensación que ya lo escribió todo), lleva grabadas cerca de 700 y acumula 16 Discos de Oro, el último de los cuales lo ganó por su más reciente CD Más atorrante que nunca , eje de sus pasadas presentaciones, que podrían repetirse en una gira por el interior y, pronto, en algún lugar al aire libre en Tigre.
"Nadie que se toma un yogur puede escribir un tango", alude desde el escenario a distintas noches de curda y en defensa de que el vaho etílico resulta la mejor inspiración para las musas del 2 x 4.
A pesar de que ahora tiene dos stents y debe hacerse estudios cada dos meses, está lejos de tirar la toalla. Graba esta semana de vuelta una participación en la telenovela Dulce amor y el 27 de abril canta en Rosario, en fecha reprogramada por culpa de aquellos repetidos sustos con los que se ha acostumbrado a convivir. También lo convocaron del Lincoln Center de Nueva York para participar de un homenaje a Facundo Cabral hacia fines de mayo.
El autor de "Café La Humedad", "Ojalá que no puedas", "Quieren matar al ladrón" y "Garganta con arena" volvió en enero a cantar en Mar del Plata, en el marco de los shows gratuitos organizados por la provincia de Buenos Aires, pero fue tal la conmoción en torno de la combi que lo transportaba que debió pasarse a una moto que lo llevó más rápido hasta el escenario al aire libre donde los músicos ya lo estaban esperando.
¿Qué hace cuando no actúa? Se levanta a eso de las 10 de la mañana, toma mate y algunos días recibe al profesor de gimnasia en su casa. Es un misterio por qué alterna sesiones entre una psicóloga y un psiquiatra. No chatea ni tiene Twitter ni Facebook, pero manda y recibe mails y le encanta hablar por teléfono.
Debe ser pieza codiciada para la cartelera marplatense de verano y estuvo cerca de cerrar un acuerdo con el Auditorium. Teniendo un público tan fiel y popular da toda la sensación de que la rompería. Espíritu andariego e indómito, pero también frágil, sin embargo, prefiere no atarse tanto a una obligación con continuidad, sino fluctuar entre shows periódicos y festivales.
Convoca a un público variopinto, que incluye todo tipo de target , social y de edades. Dominan el bullicio de la sala las chicas de generaciones extremas, pero no son tan pocos los varones que acompañan y también parecen pasarlo bien. Público intenso, efusivo e hiperquinético que aplaude de pie, se ríe con ganas y dialoga constantemente a la distancia con el astro. La llama inextinguible e inefable de un tanguero rompecorazones.

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