El cantante argentino, de 69 años, que compuso la famosa canción Café la
humedad y que se caracteriza por su fama de mujeriego, abre las puertas de su
departamento de Belgrano para contar cuáles fueron los motivos de separación
con su mujer, Andrea Sblano, cómo está de
salud,
sus proyectos y cómo sobrelleva una soledad que nunca antes sintió. También
confiesa con tristeza que pronto dejará de cantar y que este verano se instalará
en Mar del Plata para hacer solo dos shows por semana.
La casa de Humberto “Cacho” Castaña es un departamento bastante moderno, en
el primer piso de un edificio de la calle Conesa, en pleno barrio de Belgrano.
Tiene una cocina pequeña con muebles blancos, un televisor de catorce pulgadas,
piso de madera y una mesa de vidrio cuadrada acompañada de seis sillas de cuero
blanco, que se ramifica en un living donde hay un sofá color crema, una mesa
baja de vidrio y un televisor que hoy está detenido en el programa “Los unos y
los otros”, de América TV, con el que Martín, sobrino del cantante, deleita sus
tardes. A la derecha del living, en otro ambiente, una sala de estar colmada de
cuadros con sus discos de oro y platino, que resaltan en las paredes rojo opaco,
una barra de mármol negro acompañada de vidrio que deja al descubierto las
bebidas alcohólicas y una larga mesa con sillas de cuero negro. Es allí donde
comienza la charla.
"¿Querés algo para tomar? Tengo agua, café, té, whisky. Sentáte, por favor.
Salí Malena" Malena es un perra de raza Cocker, color miel, que no para de
ladrar. El departamento del cantante “matador”, donde viven él, su sobrino
Martín y la perra, es un lugar hermoso y es, también, la casa de un hombre que
en un disco llamado “Soy un tango”, escribió: “Me da bronca cuando pienso que ya
está, que esto fue todo y que sigo estando solo por mi forma de pensar”.
Era el 11 de junio de 1942 cuando en el barrio de La Paternal nacía Humberto
Vicente Castagna, como lo indica su documento, más conocido como Cacho Castaña.
Parece insólito contar que el galán y atorrante que conquistó a cientos de
mujeres vino al mundo en el Hospital Alvear, frente a un albergue transitorio.
Su infancia y juventud fue en una casa ubicada en la calle Galicia, del barrio
porteño de Flores, junto a sus padres italianos y a sus dos hermanos mayores. El
cantautor cuenta, con una sonrisa de ganador, que tuvo una adolescencia bárbara
y que su familia era muy unida. Pero en cuestión de segundos una lágrima empieza
a rodar por el rostro del hombre que a simple vista parece tomarse la vida con
mucha soltura y sin temores.
¿Cómo de un segundo a otro es posible pasar de la alegría al llanto? Pues
bien, recordar su niñez provoca también recordar a su madre, fallecida hace 20
años, y a su padre y hermanos, que también se han ido. Con voz temblorosa y una
mirada perdida, vaya a saber donde, se escucha: “No me acuerdo la voz de mi
viejo, no me acuerdo de él”. Es el mismísimo Cacho Castaña quien por unos
segundos se tilda por completo para tratar de recordar a su padre. Sin embargo,
al hablar de su madre y hermanos, la voz vuelve a su eje central de seductor e
insiste es remarcar que siempre contó con el apoyo de ellos y que, a pesar de
que los extraña mucho a su familia, los lleva tatuados en su mano derecha,
representados por cuatro estrellas negras.
- ¿El año en que murieron tus hermanos y tu padre fue el peor de tu
vida?
- Tenía 20 años y, junto a mi madre, sufrimos el peor de los
dolores. Ese año fue muy difícil para mí, pero por suerte conté con el apoyo de
todos mis amigos y familiares. Creo que el peor año de vida fue éste por muchos
motivos: estuve ocho meses sin cantar, 16 días en terapia intensiva en estado de
coma, me caí de la cama estando mal de los pulmones, me rompí la nariz con la
mesita de luz y dos costillas al golpearme con mi codo y, encima, me separé de
mi mujer, Andrea.
A pesar de haber enumerado muchas situaciones complicadas para cualquier ser
humano, su rostro exhibe una sonrisa y su tono de voz es hasta cómico. Él mismo
se ríe de sus desgracias. Pero al mirar sus ojos marrones puede notarse la
tristeza que lleva a cuestas y la soledad que lo acompaña.
- ¿Cómo sobrelleva la soledad un hombre que tiene miles de mujeres
que mueren por él?
- Soy un sex symbol indomable que sumerge sus
ojos bien profundos y abiertos para poder comprender el misterio de las horas
que pasan rozándome sin dejar una sola palabra de esperanza. Hoy más que nunca
me siento solo a pesar de tener una excelente relación con mi ex mujer, un
montón de amigos que me quieren y se preocupan por mí y un sobrino que me
acompaña en la convivencia, en el día a día. Es así como sobrellevo esta
angustia que siento por no poder tener a la persona que amo al lado mío, por
saber que no me queda mucho de vida y que el sueño que alguna vez tuve, de ser
padre, quedará en una simple ilusión.
- Si amas a Andrea, ¿por qué te separaste?
- Se puede
dejar de amar pero no de querer, se muere la pasión pero no la ternura. La
ternura es el lecho donde duerme la pasión, si no lo entendés, así te separás.
Eso fue lo que nos pasó. Yo con Andrea tengo una relación bárbara, me contiene,
la contengo, me llama, la llamo. La separación fue porque era necesaria, algo
falló y ambos decidimos, por nuestro bien y por todo lo que nos queríamos,
separarnos de mutuo acuerdo. No sabría decirte con certeza cuál fue la causa
concreta.
Varios fueron los romances que se le atribuyeron al Cacho de Buenos Aires,
pero sólo uno le duró diez años: el matrimonio con quien hoy es su última mujer,
Andrea Sblano. La hija de su mejor amigo, 37 años menor que Cacho, supo enamorar
al último rey de la noche y lograr que, a los 63 años, diera el sí en el
registro civil. Un famoso refrán dice que a cada atorrante le llega la hora de
sentar cabeza, pero cuando se intenta y se fracasa, ¿es posible sostener ese
cambio? Pues el propio creador de “Café la humedad” contesta a la pregunta:
“Cuando me casé en ningún papel decía nada sobre dejar la noche”.
Pero no todo en la vida de Cacho Castaña es tan bueno como parece. La edad
golpeó su puerta y su salud se vio en peligro. Luego de varias internaciones en
la clínica Los Arcos, y de haber estado muchos días en coma, el cantante se
cuida en las comidas, disminuyó su adicción al cigarrillo y, dice que valora la
vida como nunca antes lo había hecho.
- ¿Cómo te estás hoy de salud?
-Me siento muy fuerte,
estoy bárbaro. Hago gimnasia día por medio con un profesor que viene a mi casa,
hago dieta y hasta bajé diez kilos, fumo entre cinco y siete cigarrillos por
día, cuando antes lo hacía desordenadamente, y no tomo alcohol. Ya hice todo lo
prohibido en exceso y así me fue. Es muy difícil encontrar el equilibrio porque
la vida te lleva a los desbordes.
- ¿La música te llevó al deterioro físico?
-Depende desde
dónde lo mires. Si te parás en el lugar de la salud podría decirse que el exceso
de shows, de viajes y otras cosas no tan buenas, te generan un cansancio, un
estrés, un problema físico y mental. Si lo ves del lado económico, podría decir
que, gracias a la música, tengo todo lo que tengo, que gracias a una guitarra
levanté muchas minas y que estoy agradecido a la vida por poder vivir de lo que
amo hacer, que es cantar.
Todo tiene un comienzo y el de Cacho es de muy pequeño. A los seis años
empezó a estudiar música y a los catorce se convirtió en profesor de piano,
gracias a su empeño y talento. Si bien arrancó en orquestas de tango, su llegada
a la cima fue en la segunda mitad de los años ’60, donde se presentó como
cantante en programas ómnibus que los sábados destinaban su primera hora a
nuevos valores, en Canal 9. Pero también, en su juventud, tuvo la fantasía que
todo varón tiene: ser jugador de fútbol. Hincha del Club Atlético San Lorenzo,
“El Ciclón”, y amante del deporte, supo llegar hasta la cuarta división del
club de Boedo. Pero la vida le tenía destinada otra profesión: la de ser
cantante..
- ¿Qué es la música para vos?
-Es mi yo mismo porque no
sé hacer otra cosa que no sea ser músico. No puedo creer que estoy enfermo y lo
rápido que pasó la vida. Ya no tengo el mismo ritmo de antes y con esto quiero
decir que a fin del año que viene me retiro. No del todo, pero sí dejaré de
hacer shows como lo vengo haciendo, porque el cuerpo no me da más. Este verano
me voy a instalar en Mar del Plata ya que voy a hacer dos recitales por semana
en el Teatro Auditorium o en el Hermitage, los martes y miércoles, o lunes y
martes.
- ¿Cómo sigue la vida después del retiro?
- Tengo como
proyecto abrir el bar “Café la humedad”. Es un poco mi jubilación, porque va a
ser el lugar en donde voy a estar instalado, cantaré dos o tres temas por noche
y llevaré números para que con sus melodías diviertan a la gente. También me
gustaría producir a otros músicos, aunque hoy en día las compañías discográficas
están fundidas, murió el disco y fue reemplazado por lo digital.
Cacho conserva su abundante melena al estilo de su ídolo, Elvis Presley. A
Cacho siempre lo acompañó el éxito, es dueño de una mirada penetrante, que
inhibe a cualquier mujer, de una voz grave y seductora que conquista a muchas y
de un hablar fluido y muy piropeante, que demuestra que nunca dejó de ser ese
atorrante que era. Es posible que un tipo como él nunca termine de creerse todos
los elogios, el aplauso y el reconocimiento y que aún piense que no ha escrito
su mejor canción.
El músico, el atorrante, el amigo y el artista supo ganarse el cariño de
muchos y nunca dejó de lado la humildad, así como tampoco su talento de matador.
Con piropos, miradas profundas o simplemente un pequeño gesto logra
desestabilizar y, por momentos, inhibir.
Un encuentro, una historia, un protagonista, un abrazo, el reflejo del sol
entrando por la ventana y un beso avasallante que concluye la nota, dejando en
esta mujer una especie de parálisis absoluta. Porque al fin y al cabo Cacho
hizo, hace y hará siempre todo a su manera, como refleja en el verso de una de
las 2500 canciones que grabó: “Si hay que morir y hay que pasar, nada dejé sin
entregar porque viví, siempre viví, a mi manera”.
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