lunes, 27 de diciembre de 2010

"Algún día me voy a morir y no me van a dar pelota"



El cantante hace gala de sus 68 años vividos a pleno: la noche, el descontrol y la idea de jugar a la familia. "Algún día me voy a morir y no me van a dar pelota", bromea sobre su estado de salud.

El pucho rueda entre sus dedos con pericia. Cacho Castaña se deja seducir por el humo y juega frente a la cámara. Tiene estirpe tanguera, con el pelo renegrido a fuerza de tintura, pilcha brillosa y labia canyengue, repleta de palabras que entran en la categoría de "malas". Un verdadero dandy. "Nunca dejé de fumar. Desde los 15 años que fumo, pero sólo un atado por día. No es nada", parece excusarse el cantautor, que a pocos días de esta charla permaneció internado durante un fin de semana por una "infección urinaria ocasionada por su afición al cigarrillo", según el parte médico.

Pero, además de su estado de salud itinerante, Castaña es un personaje, una especie de mito viviente que puede disparar frases escandalosas y títulos rimbombantes a una velocidad sorprendente. Su último disco se llama "Más atorrante que nunca", entonces la entrevista va a comenzar con su definición: "Un atorrante es un tipo que no le gusta el laburo, que le gusta vivir bien. Mujeriego, no vividor, pero le gusta vivir cómodo".

—Quien lo escuche hablar va a creer que usted no ha trabajado.

—Yo me rompí bien, remé en dulce de leche. Esto no fue fácil. Cuando es una vocación no te jode tanto, no te das cuenta. Decía que laburaba cuando me levantaba a las 4 de la mañana e iba a la fábrica de zapatos con mi viejo. Pero, no es así. Antes de ir a cantar tenés todo el laburo del mundo. Cuando terminas el show tenés todo el quilombo: que los violines tocaron como el orto, que las luces se fueron para cualquier lado.

— ¿Se da cuenta en escena de esos desperfectos?

— Claro, para eso te rompés ensayando. Te hace distraer. Es un laburo de la puta que lo parió. Si tenés suerte y te va bien lo disfrutás, pero he dejado pedazos de piel para llegar a esto.

— Igual su carrera estuvo signada por diferentes momentos.

— Es cierto, tuve muchos momentos en mi carrera. En un año vendí 1.800.000 simples, cifras que hoy no existen. Fue en el año 1975, era otro país. Fueron 3 simples: "Canciones son canciones" (600 mil), "Quieren matar al ladrón" (600 mil) y "Cara de tramposa" (600 mil). Ahí me dieron el Disco de Oro grandote. Ahora vendés 10 lucas y te llevan a comer, te dan todo. Igual no te das cuenta del éxito.

— ¿Pecado de juventud?

— Cuando sos pendejo pensás que no te vas a morir nunca. El éxito te lo prestan y no sabes qué es; te lo sacan y no sabes qué es. Si te la comiste, cagaste. Pensás que te va a durar toda la vida. Hay muchos que la pegan de grande, pero en las cantinas cantaron hasta en los baños.

— ¿Y cuándo la suerte le da la espalda?

— Me ha pasado y no sé cómo hice. La vida te da otra oportunidad. Yo estaba seguro de eso. Hay algo en la seguridad del ser humano. Si caminás bien no podés cosechar mierda, no le tenés miedo al porrazo. Siempre va a haber algo mejor.

— Es como una luz de esperanza.

— Sí, pero no es la luz en el túnel, ésa es el tren. Tampoco la luz de Sueiro. La vida te pide un vuelto. Si caminás mal hay un vuelto jodido. Pienso que se pagan acá las cosas. Es raro. No hay un orden. Dios fue inventado con la palabra Dios.


Tentaciones. En un tono franco, Castaña no elude ningún tema. El teléfono celular suena con un ringtone particular, en coincidencia con un universo metafórico que el músico emplea para ejemplificar. La música que sale de su telefonito es la de "Rocky", y el personaje creado por Silvester Stallone es un boxeador, un tipo que se hizo a los golpes. Y no hay demasiado lugar para la casualidad en esa elección de ringtone.

—¿Descontroló mucho?

— Lógico. Las hice todas, pero es como los boxeadores, de entrada las piñas no te duelen, pero después te pegan un sopapo y te caés. Y el sopapo te lo da un pibe de 11 años, antes te bancabas a un Bonavena.

—¿Probó todo en su vida?

—Lo peor que te puede pasar en la vida es quedarte con la duda, y eso no me pasa. Quedarte con la espina es duro. Hay que actuar como sentís, y después vemos. Lo mejor que hay para vencer a la tentación es sucumbir ante ella.

—¿No hubo tentación a la que no haya sucumbido?

—Sucumbí ante todas. ¡He sido tan prostituto ante la tentación!, y además gratis. Es como cuando te dicen: no fumes o no tomes. Después salís a la calle y te moriste de un infarto. Vas a ser el hombre más prolijo del cementerio: el más cuidado.

—¿Se imaginó alguna vez con la familia tipo? ¿Esposa, hijos y perro labrador?

—Muchas veces. Además he tenido parejas que tenían hijos, entonces un ratito jugaba al papá. Todo el mundo la hizo. La piba tiene hijos, los llevás a la cancha, te dicen papá. Jugas un ratito al papá y a la mamá, después los mandás a la puta que lo parió a la mamá y a los pibes. Te los cruzas más adelante, tienen 20 años y te querés matar. "¿Y vos quién sos?", les decís. "Soy tu hijastro", responden. "Bueno, andá a la p…". Claro, fuiste papastro. No padrastro, papastro.


Macho sensible. Un síntoma del paso del tiempo es la sensibilidad, dicen. Castaña ostenta 68 años. Y se cargó de esa creencia popular: "Los años te ponen medio pelotudo –asegura–. Ya me emociono con las publicidades de televisión. Es un síntoma clavado. Pero está bueno, son emociones lindas". De todas maneras, las emociones a flor de piel tienen una explicación extra, que no tiene que ver con el DNI. "Al ser músico tenés una sensibilidad extra. Si estás 30 años escribiendo música desarrollás un poco más ese músculo".

—¿Cuáles son las condiciones ideales para componer?

—Con un yogur nadie escribe un tango. ¡Y menos light! El poeta escribe cuando está en desamor. En amor escribís abstracto, los pajaritos. El tema que rompe es el desamor, los puñales de la soledad. Eso garpa. Si te pongo un garbanzo en el zapato vas a renguear, todos sabemos dónde duele.

Recurrente, el tema de la salud vuelve a la conversación. Casi como una premonición de lo que acontecerá. Pero Castaña insiste: "De salud estoy bárbaro. No vengo tan mal. Cada 4 meses me interno para hacer los chequeos. Me ven y sacan foto, y ahí corre la placa roja. Por ahí me voy a hacer un chequeo y publican que estoy en terapia. Y al rato publican que me escapé de la clínica. ¡Son terribles!", asegura.

—¿Qué le pasa cuando ve esas noticias?

— Me cago de risa. Algún día me voy a morir y no me van a dar pelota. Voy a estar en la morgue y no me van a creer. No fumo lo que fumaba Sandro ni de casualidad. No soy un loquito.

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