domingo, 23 de agosto de 2009

CACHO SE PRESENTO EN SANTA FE



“Se cortó el pelo, lo vi en el Martín Fierro; es un grande”. Las palabras fueron apenas las primeras de un rosario de elogios en el par de ojos azules que esperaban a su ídolo con impaciencia. Nacieron de un joven que no alcanzaba el cuarto de siglo pero que cantó sin excepciones -y desafiando la gravedad en su silla- todos los temas que Cacho Castaña rescató de sus cuarenta años de música. Con diferentes matices que rozaron los excesos, la escena se repitió con creces en las más de ochocientas almas que asistieron el viernes a su show, en el Centro Cultural ATE Casa España. Allí, desde las 21.30 y durante casi dos horas, hiló temas con historias, reivindicó la seducción sin edad e hizo vibrar hasta el piso.

La mecha de ese estallido de euforia ardía con impaciencia desde el ocaso, cuando la hilera de fanáticos se extendía por toda la cuadra de Rivadavia al 2800. Pero la pasión de sus seguidoras comenzó a arder al adivinar su silueta en la bruma artificial, aun antes de oír los primeros acordes de “Cacho de Buenos Aires”. “Qué noche vamo’a tener” dijo sonriente al terminar el tema, a diez minutos de comenzar el recital y ante la lluvia de piropos y propuestas -todas, indecentes- que le gritaban desde las butacas. Recordó que hacía tiempo que no venía a Santa Fe -“cinco años”, le apuntaron a gritos desde el pullman-, pero la respuesta le confirmó durante todo el show que la llama se aviva con la ausencia y que sus fans lo esperaban desde siempre.

Quieren matar al ladrón...

De los más de dos mil quinientos temas que nacieron de su pluma, Cacho hizo presente quince: “Garganta con arena”, “Voy camino a los 50”, “Qué tango hay que cantar”, “Café La Humedad”, “La gata Varela”, “Y apareciste tú”, “Quieren matar al ladrón”, “Si usted supiera” y hasta “Por amor a vos”, entre otros que cantó junto a Mónica Romano. Cantarlos, sin embargo, fue una especie de victoria en la lucha con su público por lograr silencio para evocarlos: al final de “Vendedor de ilusiones”, segundo tema de la noche, le pidieron que se quite los calzoncillos.

Con el correr del reloj las propuestas se animaron a más. Ante el insistente pedido, regaló una de sus chalinas a una señora de la primera fila, que se la devolvió con ojos de reclamo: el asintió con complicidad, besó el paño y lo fregó contra su pecho, a donde estaba destinado. La concesión le costó caro: más de una le pidió otra, y diez minutos después una rubia opulenta corrió a sus pies y azotó contra ellos lo que, dijo, era “mi bombachita”. Lejos de encender mejillas, la ofrenda incentivó la competencia entre quienes le reclamaban amor, pero sólo encontró una rival: a María Zárate, de 61 años, que dijo ser “tu María”, le pidió comprobar su hombría y hasta aludió al calor que despertó en la platea. Todo, a gritos; haciéndose oír entre otros, a metros del escenario.

Los elogios y el coro constante que fue el murmullo de todas sus canciones llegaron al clímax con “Ojalá que no puedas”, y más de una estalló en lágrimas con “Septiembre del 88”. Desde el éxtasis, su despedida despertó el desconsuelo y una estampida a pies del escenario que hizo vibrar a piso flotante de la sala en “La reina de la bailanta”, en un estallido de saltos. A sus pies no importaron los aretes ni el peinado, sólo robarle al reloj unos momentos más de Cacho.

Se fue, como todos, con promesas de regreso. Se encendieron las luces y, mientras muchos se retiraban, otros fans se agolparon en el ingreso a camarines. Entre las cámaras y el reclamo -“Cacho, salí!”-, los ojos celestes también lo esperaban, tímidos y viriles, ávidos de conocer a su ídolo, el seductor que, a sus 67, es ladrón de tanto.

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