Entrevista Cacho Castaña Antes de sus shows en el Gran Rex habla sin pudores de sus internaciones y sus cuidados
El escritor José Narosky debería tener en cuenta que en la Argentina un entrañable atorrante popular podría poner en jaque su liderazgo en materia de aforismos. El potencial competidor se llama Cacho Castaña y vomita súbitos proverbios, tan sensatos como irrebatibles. “ Los tributos en vida son mala espina , suenan a lectura de lápida” . “ Si Dios fue hecho a nuestra imagen y semejanza, hay que tenerle pánico” . “ Al ser humano hay que juzgarlo de la cintura para arriba” . “ La mujer se aburguesa por culpa de cuatro palabras malditas que le inculcaron: el hogar es sagrado” .
Castaña evidencia un Master en “vida vivida”. El hombre que hoy y mañana canta en el Gran Rex no tuvo que sentarse en un aula de la UBA para devenir en una enciclopedia espontánea. Un día a su lado podría desembocar en un compendio de axiomas y teorías que evidencian esa sabiduría embebida en la calle, los bares, los escenarios, los cabarets. “No leo para no influenciarme”, se jacta con ese tono pillo congénito.
Después de dos internaciones este año (y dos el año pasado por cuestiones de bronquitis, descompensaciones y chequeos cardiovasculares), Humberto Vicente Castagna dice estar transitando una postura zen. Meditación, yoga, gimnasia en su domicilio y una dieta a base de “zapallo, caldito y toda esa pelotudez”, juzga.
Vestido con una remera Armani que enmascara un abdomen convexo, se lamenta por no poder abandonar su perdición, el cigarrillo. “No me drogo y no tomo alcohol, pero fumo. Me encantaría dejarlo. Pero hice la prueba del parche y todo, y lo tengo metido en la sangre. Es terrible. Haría cualquier cosa por dejarlo”.
Ni bien Andrea, su joven esposa, abre la puerta y da señal de largada, la máquina de disparar máximas invita a su living y luego a su oficina digna de un magnate, con cuadros de honor y galardones que superpueblan el espacio. Advierte que está cansadísimo de estos 50 años de “suela gastada” en los escenarios. “Grabé 53 discos, 600 temas, compuse más de 2.000. ¡Basta! Discépolo compuso 36, pero bueno, claro, fueron 36 bombas atómicas”, se ríe. “Siempre vuelvo, pero a esta altura, llego a los shows hecho bolsa”.
Las noticias de tus internaciones ya parecen no sorprender a los medios. ¿Tenés miedo por tu salud? ¿Te sugestionás? Sí, un poco me sugestiono. El tema de Néstor Kirchner, por ejemplo, te hace reflexionar. Yo estoy más adentro que afuera de los sanatorios. Ya soy amigo de los ascensoristas de Los Arcos y voy y me interno solo. Ahora sí hago vida sana. Era muy desordenado comiendo. Con las giras terminás a las tres comiendo en estaciones de servicio. Ahora me cuido. Con el asunto de los divertículos pasé un mes malo. Me dije: Cacho, te tenés que cuidar en serio .
En momentos en que no te sentís bien, ¿sobreviene un arrepentimiento por una vida de excesos? A la hora de la verdad, si volviera a nacer, no haría todo lo mismo. Pero mi mujer me calmó, es la que me apuntala, como mi ángel guardián. ¡Tiene ella más problemas conmigo que yo con ella! ¡En el fondo debe estar arrepentida! Castaña -que no pudo grabar con Pity Alvarez porque “al pobre se le armó un despelote...”-, estrena el disco Más atorrante que nunca y planea más que cantar esta noche junto a una orquesta de 16 músicos, 10 bailarines y la actuación de Gladys Florimonte como Zulma. Tiene el ojo puesto en la producción de nuevos músicos y en una autobiografía que hará “descostillar” a sus fans. “No me gusta la música mal tocada y hoy hay una falta de respeto terrible. ¡Yo estudié 14 años música! Tengo una gastada de taco impresionante. Quiero que vengan los nuevos músicos y yo encerrarme a producirlos”.
Su libro -cuyo título, denuncia bromista, le robó Guillermo Coppola, Fumar bajo el agua - será un compendio de “una vida maravillosa”, con ascensos y caídas “monetarias, espirituales, artísticas” que le hicieron subir a la superficie con mayor envión. “Yo fumé bajo el petróleo. La pasé bien, pero también se me murieron todos. Y a la hora de la verdad, uno es lo que le pasó. Soy nostálgico pero no depresivo”, avisa.
¿Pensás en la muerte o es una palabra prohibida en tu diccionario? Si, pienso. No la tengo prohibida sino arraigada desde chico. Conviví mucho con ella. Tuve que llevar a toda mi familia al cementerio. Y tuve una época de fantasmas y pánico. Pero soy feliz. Porque la vida es una fantasía, no es real.
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